El uso de la violencia sexual como táctica de guerra tiene raíces históricas desde la Antigüedad, la Edad Media, la Colonia y las guerras del siglo XX y XXI. Se ha utilizado como una forma de humillar, desmoralizar, dominar, causar terror, agredir y violentar, desplazar, deteriorar la cohesión social y deshumanizar, como un acto de imposición, limpieza étnica o castigo colectivo, entre otros objetivos.