Desde hace más de una década, la República Centroafricana (RCA) ha sido un país altamente inestable que, a pesar de contar con abundantes recursos minerales, se encuentra entre los diez más pobres del mundo. De hecho, se estima que la industria de diamantes representa entre 45% y 55% de las exportaciones, pero entre 30% y 50% de los diamantes salen del país ilegalmente. El PIB per cápita es de tan sólo 700 dólares americanos y la esperanza de vida es de 50 años para los hombres y 52 para las mujeres.
En los noventa, sin embargo, luego de un proceso de transición a la democracia que implicó la promulgación de una nueva Constitución, el país vivió un momento esperanzador. No obstante, desde mayo del 2001, la RCA se vio inmersa en una guerra civil claramente vinculada con rivalidades étnicas, y en la que se involucraron milicias de otros países africanos tanto para apoyar al gobierno democráticamente electo de Ange-Félix Patassé, como para respaldar a los rebeldes. En 2003, tomó el poder mediante un golpe de estado el General François Bozizé quien gobernó el país -bajo políticas autoritarias avaladas por una nueva Constitución- hasta marzo de 2013 cuando huyó del país expulsado por la coalición insurgente Seleka, liderada por el musulmán Michel Djotodia. Djotodia gobernó hasta enero de 2014, cuando dimitió ante las presiones por su incapacidad para combatir la violencia sectaria que aqueja el país, dando paso al interinato actual de la ex alcaldesa de Bangui, la ciudad capital.
El gobierno de Bozizé se caracterizó por la permanente incapacidad para pacificar al país después de la guerra civil y derrotar a grupos armados opositores a su gobierno, así como por el empeoramiento de las condiciones de violencia que por una década han azotado el país especialmente en las zonas limítrofes con Chad y Sudán. Esta herencia de ingobernabilidad, violencia y anarquía se ha venido profundizando en la época actual a partir de la creciente volatilidad política y la presencia de un conflicto religioso que amenaza con ser el origen de un genocidio de dimensiones aún insospechadas.