El pasado 15 de marzo, en el marco del proceso de elecciones primarias y asambleas electorales de los partidos políticos estadounidenses, se llevó a cabo el llamado “segundo súper martes”, donde electores de Carolina del Norte, Florida, Illinois, Misuri, Ohio y las Islas Marianas del Norte se emitieron su voto por alguno de los precandidatos de los partidos Demócrata y Republicano. En ese momento, la carrera republicana contaba con cuatro precandidatos –Donald Trump, Ted Cruz, Marco Rubio y John Kasich – mientras que la demócrata con dos – Hillary Clinton y Bernie Sanders. La jornada del 15 de marzo concluyó con sendas victorias para Trump, que sólo perdió en Ohio frente a Kasich (gobernador de ese estado), y Clinton, que obtuvo los seis triunfos. Junto con la consolidación de los dos precandidatos líderes, otra consecuencia de importancia fue que el senador Marco Rubio anunció que desistía de continuar buscando la candidatura republicana, después de perder por un margen considerable en la primaria de Florida, su estado natal. Posteriormente, el 22 de marzo se celebraron procesos primarios en Arizona, Utah e Idaho (sólo demócrata en este último); cuatro días después, el Partido Demócrata llevó a cabo sus procesos en Alaska, Hawái y Washington – en estos tres últimos, Sanders se impuso a Clinton.
Derivado de estos acontecimientos, se han comenzado a formar dos grandes consensos entre los analistas de la política norteamericana: en primer lugar, que la carrera por la nominación republicana podría llegar sin un precandidato con el número de delegados necesario a la Convención Nacional del partido, a celebrarse en Cleveland entre el 18 y 21 de julio próximos; en segundo, que Hillary Clinton cuenta con una sólida ventaja que, a pesar de los tres triunfos de Sanders el 26 de marzo, le permitirá amarrar la nominación en las próximas semanas, mucho antes de la Convención Nacional Demócrata que tendrá lugar entre el 25 y 28 de julio en Filadelfia.