El pasado viernes 3 de octubre, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió una resolución para que el gobierno mexicano adopte medidas cautelares para encontrar a los 43 estudiantes desaparecidos de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, así como para informar oportunamente sobre la investigación en curso sobre los ataques ocurridos durante la noche del viernes 26 y la madrugada del sábado 27 de septiembre. Hasta el momento, las autoridades de seguridad pública y procuración de justicia han determinado que algunos policías municipales de Iguala, en contubernio con integrantes de la organización criminal “Guerreros Unidos”, fueron los autores materiales de los ataques que, además de la desaparición de los estudiantes, tuvieron un saldo de 6 personas muertas y por lo menos 17 lesionadas.
El sábado 4 de octubre, la Procuraduría General de la República (PGR) y la Procuraduría General de Justicia de Guerrero (PGJG) localizaron en las faldas del Cerro Gordo, al norponiente de Iguala, varias fosas clandestinas de las que extrajeron 28 cadáveres, la mayoría calcinados. Sin embargo, el procurador estatal, Iñaky Blanco, afirmó que no es posible confirmar si esos cuerpos corresponden a los normalistas desaparecidos, pues es necesario compararlos con muestras de ADN de sus familiares. Adicionalmente, la PGJG giró una orden de aprehensión contra el alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y el secretario de seguridad pública municipal, Felipe Flores, quienes se encuentran prófugos.
Así, el 6 de octubre, el presidente Enrique Peña Nieto, manifestó su indignación por los ataques contra normalistas, e instruyó a su gabinete esclarecer los hechos, dar con los responsables y aplicar la ley de manera estricta. Por tanto, el objetivo de la presente nota de coyuntura consiste en describir de forma sintética los hechos de este acontecimiento, así como analizar las implicaciones de las medidas cautelares dictadas por la CIDH.